4 de abril de 2021

Celebrar un triunfo

Es un lugar común que el fútbol, como espectáculo de masas (y entre los deportes es el deporte rey) condensa y expresa los males y los bienes de nuestra sociedad. Seguramente es la esencia de la sociedad como espectáculo por sugestionar el disfraz, el canto, el baile, el salto, el grito de éxtasis y de odio; así como también la adhesión y el rechazo a quien adopte lo que adoptamos. Elegir que nos represente un club de fútbol es dar la forma al símbolo que nos identifica. Nos representa, nos identifica. Cómo no va a contener la esencia de nuestras emociones, cómo no la va condensar en los pocos minutos que dura un partido de fútbol (noventa intensos minutos) en los pocos años que dura una vida. 

El fútbol es un juego, la vida es un sueño, el fútbol es un sueño, la vida es un juego. Cuando termina algo perdura (algo quiere perdurar) y lo que se pierde nos resta trascendencia, para recordarnos que el olvido está cercano, que todo pasa, que todo fluye, que el espectáculo de la sociedad debe continuar, que hay que seguir porque otros siguen, para que otros sigan. Y sin embargo cuando termina algo perdura, algo se repite en el recuerdo, se ancla en el tiempo para convertirse en lo que llamamos Historia y hasta deshace el lugar común para hacernos decir "yo estuve allí", "yo lo viví".

Escribo todavía desde la emoción. Sé que no debería para que se ordenen mis palabras pero no puedo eludir ese punto culminante de mi fútbol que prevalece en mi tiempo, en mi memoria. Demasiada emoción.

Ayer la Real Sociedad ganó la final de la Copa del Rey. En mi vida la había visto ganar un título. Entonces, el abrazo de los jugadores fue mi abrazo de mis jugadores, el alzamiento de la copa fue mi alzamiento de mi copa al son del tantas veces escuchado We are the champions. Y sí, entonces somos los campeones.

Desde que tengo conciencia de ver fútbol en la televisión he sido seguidor de la Real Sociedad. ¿Por qué la Real Sociedad? ¿Por qué no el FC Barcelona si soy catalán? ¿O el Real Madrid si es el rival? Porque la elegí. Es cierto que en los primeros partidos que vi me deslumbró el juego de Arconada, Gajate, Gorriz, Bakero, Begiristain, Satrustegi, López Ufarte. Era el juego como mero pasatiempo. Y sí, el tiempo pasa. Y entonces se convierte en frecuencia. En presencia. En aprecio. Poco a poco tuvo sentido para mí seguir las evoluciones de esas personas (casi de ficción) que veía cada semana vestirse de corto y correr detrás de un balón. Luego vi los vídeos de sus entrenamientos, escuché cómo hablaban entre ellos, a la prensa y al público. Y se convirtieron en personas que también eligieron. Xabi Prieto, el capitán que se retiró en 2018 declaró, que él no quería jugar a fútbol sino jugar en la Real Sociedad. Y así pude alegrarme con el juvenil que quería llegar al primer equipo y vincularme con una tierra que nunca he pisado. Y conocer a Remiro, Zubeldia, Zubimendi, Merino, Oyarzabal.

Entonces. Cómo no emocionarme cuando el actual capitán, Mikel Oyarzabal, declara entre lágrimas que le dedica el triunfo «a toda la afición, a todo el que siente la Real como nosotros» y se acuerda «de mucha gente que me hubiera gustado que estuviera aquí, familiares, amigos, mucha gente que se va». 

Y ya no solo es una celebración del fútbol. Es también una celebración de la vida. Que hoy se transfigura en pandemia pero cada vida importa. Aunque nada parezca importar toda vida importa.

8 de febrero de 2021

El haikú en Occidente

 El haikú, esa forma poética japonesa tan breve que se condensa en tres versos de 5-7-5 sílabas, está más vigente en Occidente que en Oriente, donde fue agotada por su reiterado uso durante siglos.

¿Pero cómo adaptar el pensamiento oriental al pensamiento occidental?

Porque necesariamente hay que adaptarlo, no reproducirlo sin más.

En muchas traducciones (con lo imperfecta que siempre es una traducción) se pone atención en el significado. Por ejemplo en este haikú de Masaoka Shiki que no tiene precisamente 5-7-5 sílabas:

Primavera en el hogar.

No hay nada

y sin embargo hay de todo.


Byung-Chul Han comenta que «los haikus se definen por el exceso del significante. Apenas tienen en cuenta el significado. No comunican nada». 

Roland Barthes, menos drástico, sostiene que se trata de «obrar sobre la raíz del sentido para lograr que este sentido no huya». Por eso añade que «el haiku no es un pensamiento rico reducido a una forma breve, sino un acontecimiento breve que encuentra de golpe su forma justa».

Por eso necesario observar y que en la expresión prevalezcan los sentidos. Luego ya vendrá el sentido, si hubiera lugar en lo que está pasando.

En Occidente tenemos una rica tradición de formas breves, así lo demuestra el aforismo. ¿Un haikú puede ser un aforismo? ¿Un haikú debe cumplir con la palabra estacional, el kygo? No necesariamente. Pero así como del soneto italiano se logró la forma poética perfecta, el haikú podría ser la forma exacta de la expresión. Así de fácil lo entendió Borges para escribir:

Algo me han dicho

la tarde y la montaña.

Ya lo he perdido.

26 de julio de 2020

Un mundo mejor

"La verdadera crisis de nuestro tiempo, la de mi generación, no es que no estemos bien, ni siquiera que más adelante podríamos estar peor.
No, la verdadera crisis es que no se nos ocurre nada mejor."

Rutger Bregman escribió este manifiesto extremadamente optimista en 2013, Utopía para realistas. ¿Por qué hoy parece tan lejano? ¿Tanto ha cambiado nuestro tiempo? Quizás sea demasiado pronto hacer una valoración de lo que está pasando porque todavía está en proceso, pero una frase como ésa no sólo hoy es impensable, sino que parece inconcebible cualquier optimismo. Poco antes de esa declaración se refería a la enfermedad en términos parecidos:

¿Y qué ocurre con la enfermedad? El asesino en masa número uno de la historia, la temida viruela, ha sido erradicado. La polio prácticamente ha desaparecido, cobrándose un 99% menos de víctimas en 2013 que en 1988. Entretanto, cada vez se vacuna a más niños contra enfermedades que en otros
tiempos fueron comunes. El índice mundial de vacunación contra el sarampión, por ejemplo, ha subido desde el 16% en 1980 al 85% hoy, mientras que el número de muertes se ha reducido en más de tres cuartas partes entre 2000 y 2014. Desde 1990, la tasa de mortalidad por tuberculosis ha bajado casi a la mitad. Desde 2000, el número de personas fallecidas por malaria se ha reducido en una cuarta parte, y lo mismo ha ocurrido con el número de muertes por sida desde 2005.

Y en ese momento era cierto, sin ninguna duda. Los datos son irrefutables. Pero la pandemia actual ha demostrado que la vida aún puede ser "tosca, embrutecida y breve". Por temor a un contagio que no puede prevenirse del todo, se declara la cuarentena como medida más efectiva. Los contagiados se relegan a un aislamiento absoluto, ya que ni siquiera puede haber un contacto posible para entregar cualquier alimento u objeto. Y los fallecidos ni siquiera pueden recibir una despedida, los allegados tampoco pueden ver los cuerpos.

Cuando el ser humano parecía controlar el mundo sin pretender mejorarlo porque no se le ocurría nada mejor, de repente el mundo le demuestra qué vulnerable es todavía, cuánto le falta por aprender. Por ejemplo, que un cambio no significa evolución. Y que evolución no significa progreso.

El día que esta pandemia pase habrá un deseo de regresar a la anterior utopía, la imperfecta, fastidiosa, supuestamente perfecta aunque nadie lo considere así. Muchos ya están forzando las circunstancias para acelerar esa vuelta a la falsa normalidad. Sin entender que habrá una nueva falsa normalidad, un nuevo deseo de volver a estar bien, sin saber cómo estar mejor.

25 de julio de 2020

Y punto

Las reacciones a este periodo de cuarentena, prolongada o reducida, son, no sé, no sé cómo se dice, algo como que si es lo que hizo quédate tranquilo o tranquila con tus gatos y los demás también dormirán tranquilos. Aunque a veces necesitan pasar algo como esto para darse cuenta. De qué. Qué. Eh, nada, es terrible lo que está pasando. Y con este frío más. Es que es verdad, Óscar. Y me dijo algo peor. No me lo nombres más. A mí me dio la sensación de que era el dueño de todos los documentos. Ah, porque sabes cuál es el problema. Qué. Es mala mi mamá, no me gusta que sea tan mala. Pero en realidad hay cosas que tiene razón, eh. Ujum ejem. Todos tosemos.

22 de mayo de 2020

Orden y caos

Los problemas y los días quedan apartados en el confinamiento de la cuarentena. Hay estupor, una sensación irreal de no entender del todo lo que está pasando.

 ¿Qué?
 ¿Por qué?
 ¿Hasta cuándo?

De repente las formas domésticas adquieren el relieve de una prisión. El límite es el hogar, no está permitido ir más allá. Pero esa frontera es palpable. Y también porosa. Las ventanas se orientan a los vecinos, que se ejercitan en el arte de lo cotidiano: hacen ejercicios físicos, pintan una pared, riegan las plantas, se sientan al sol. Uno es testigo de lo que pasa. Y lo observa en su mudo estatismo, como si fuera una película de todos los días que vendrán.

¿Y eso es todo? No, claro que no. Una situación extraordinaria debería facilitar los actos extraordinarios. ¿Cuándo pudo extenderse el tiempo de tal modo que perdió toda medida, sin que importen los horarios de levantarse, de comer, de acostarse? Aquello de nuestra casa que siempre se postergó por falta de tiempo podría tenerlo esta vez, o reconocer que nunca lo tuvo porque nunca lo tendrá. No debemos confundirlo con las vacaciones, que son un descanso del trabajo y de los estudios y un deseo de hacer lo que nos divierta. Se trata de encontrar un tiempo nuevo que resignifique lo convencionalmente establecido. Un fin de semana ya no es un fin de semana. Ni tampoco un lunes. Ni tampoco un viernes. Ni tampoco un puente. Habría que pensar entonces qué significa mañana, antes, durante, después. Existe esa posibilidad. ¿Por qué no aprovecharla en lugar de anclarse en la angustia de intentar volver a una normalidad, aquélla que no volverá más porque habrá una normalidad distinta? Ya que el espacio está delimitado a nuestro entorno inmediato, ¿sería posible delimitar el tiempo a la música con que nos gustaría percibirlo?

16 de marzo de 2020

Los poemas vienen de otro mundo

"Los poemas vienen de otro mundo. ¿De cuál? De donde reside la vida espiritual.
¿Dónde está ese mundo? No os lo puedo decir. Las ideas, las metáforas y los
estados de ánimo vienen de otro mundo. A veces rebosan de sublime confianza,
a veces rezuman escarnio o ironía. Se presentan a horas intempestivas sin
invitación, sin anunciar su llegada. En cambio, cuando se les llama, optan por no
dar señales de vida.
En las calles de París, a menudo actúan unos mimos que entretienen a la
multitud siguiendo los pasos de una persona, de un transeúnte serio y ajetreado
que lleva una sólida cartera en la mano y unos sólidos pensamientos en la
cabeza. Siguen a alguien así, imitando en cada detalle sus andares, su semblante,
su postura, su seriedad, sus prisas y su ensimismamiento. En cuanto el transeúnte
se da cuenta de estar escoltado por un mono de repetición, el juego termina, el
corro de mirones se echa a reír, la víctima de la broma acelera el paso para
desaparecer en una travesía, y el mimo saluda al público y recoge el dinero.
La vida espiritual trata de igual manera al mundo sensato de la política, la
historia y la economía. Camina medio paso por detrás, triste o alegre. Va en pos
del mundo real como un ángel de la guarda pelirrojo y delirante, y llora o suelta
una carcajada, toca el violín o recita poesías. Después, cuando la realidad se
percata de que no está sola, su sombra fantasmal saluda al público y desaparece.
Los poemas vienen de otro mundo. ¿De dónde? No lo sé."

Adam Zagajewski: Dos ciudades.

14 de marzo de 2020

Coronavirus: se sumaron nuevos casos

Casi al azar
abrir dos libros
dos que llamen la atención
como para abrirlos
y leer
casi al azar
dos oraciones
o dos fragmentos:
 "De pronto vi las regiones pobladas de intensidad"
"Es inútil distinguir las costumbres de una nación de los objetos de su estima"
y maravillarse
de cómo resultan
(Neruda y Rousseau)
casi al azar
la sentencia de nuestro mundo actual
dominado por el caos estúpido
de una histeria ante un virus
del que se protege
con pasta fresca y papel higiénico
o
al que se desprecia
con palmeos y toses fingidas
de tal modo que me lleva
casi al azar
a otra cita de McEwan
como para entendernos entre líneas:
"Cuando se pone nerviosa por alguna cosa
y suelta su risa
noto que la consideran una enferma mental,
lo noto por la forma en que apartan la vista".